Con motivo de la invitación que hace el Papa Benedicto XVI a promover el compromiso de renovación interior de los sacerdotes, me parece oportuno compartir la Homilía que un sacerdote mayor de edad dirigió a uno más joven, durante una celebración Eucarística en la Parroquia de la Natividad, aquí en Monterrey, Nuevo León, México.
Este Año Sacerdotal es una oportunidad para descubrir a Dios y dejarse amar por EL, es un compromiso para cuidar y fomentar la oración por estos hombres que se deciden a ser sus instrumentos y que comunican su Vida.
Estoy segura que cuando alguien lea esta Homilía, coincidirá en que quien se llama seguidor de Cristo tiene mucho que reflexionar para ser fiel al llamado que aún es actual. Edith
“La Gracia ha llegado. ¡Abrázala y no la sueltes…!
Tu Ordenación Sacerdotal es una Gracia para vivir y para morir en ella.
En esta vida, de lo que se trata es ser santo, porque quien nos ha llamado es SANTO. Y ser santo “al modo de Jesús Sacerdote, tiene ciertas implicaciones:
Sin vida interior, no se puede ser santo.
Sin trato con Dios, no se puede ser santo.
Sin ser misericordioso, no se puede ser santo.
Sin ser compasivo, no se puede ser santo.
Sin poner los intereses de los demás, antes que los nuestros, no se puede ser santo.
Con sólo buenas intenciones, no se puede ser santo.
Con una buena “apariencia…” en cualquier terreno, no se puede ser santo.
Sin un amor desinteresado a quienes el Señor ponga en tu camino, no se puede ser santo.
Sin espacios para encontrarte contigo mismo, con Dios y con el mundo
que el Padre ha amado tanto, no se puede ser santo.
Si no eres solidario (no cómplice) con tus hermanos sacerdotes, no se puede ser santo.
El que quiere tener todo y lo consigue, hasta lo que no necesita, no se puede ser santo.
Si no tienes tiempo para hablar con Dios, mejor no hables de Dios, ni de Jesucristo, ni de su Evangelio.
Pero entiende que entrarle a este Proyecto de Vida, es como lanzarte a los brazos de un Dios infinito que te invita a beber de su Corazón de Padre, de su Corazón de Hijo, de su Corazón de Amor que es el Espíritu Santo.
Te recomiendo que en tu agenda, siempre haya espacio para Dios.
Te invito aprendas a vivir contemplativamente, solidariamente, entregadamente, para extender el Reino de Dios mostrando con tu vida que es posible, que vale la pena SER DE CRISTO SACERDOTE.
Ser sacerdote, padrecito, es decidirnos a hablar no sólo el lenguaje de las palabras , sino ante todo el lenguaje de la vida ofrecida, el lenguaje de la Sangre derramada, así como lo celebras cada día en la Eucaristía.
Ser sacerdote es decidirte a Eucaristizar tu vida, es decir, no olvidar que en el altar tú eres el sacerdote y Jesús es la Víctima.
Y en cuanto termine tu celebración: Jesús es el sacerdote, deja que lo sea, y tú sé la víctima. Para que Él continúe en tu servicio, en tu entrega, en tu corazón, su sacrificio, su Vida entregada, su Sangre derramada.
Ser sacerdote es decidirnos a afrontar la vida, los problemas que vendrán en su momento, como en toda vida, desde Cristo Sacerdote, porque sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Ser sacerdote es decidirse a jugar la vida en una sola carta.
Sólo tenemos una vida padrecito y esta es toda para Dios y toda para los hermanos: viviendo como Jesús.
No lo olvides nunca y habrás encontrado en la Cruz de la vida, esa alegría que Jesús prometió y que nadie nos puede arrebatar”
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Agradezco la colaboraciôn de mi hermana y amiga Edith E. Galvez Mancilla que enviô esta carta para publicarla en el blog y compartirla con Ustedes. Paula=)
2 comentarios:
¡Muy verdadero! ¡Me hizo mucho bien! Gracias.
¡Saludos hermanitas! ¡Ojalá muchos sacerdotes puedan leer esta homilía! A mí me ha llegado al corazón, porque todos debemos tratar de ser santos allí en el puesto que estemos.
Besos y bendiciones desde Huelva
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