miércoles, 22 de diciembre de 2010

Caminito de la escuela apurándose a llegar con sus libros bajo el brazo...

Después de tres largos meses de vacaciones, de lluvia y de trabajo en el campo con sus papás, el 4 de octubre nuestros chiquitines de la escuela comunitaria parroquial, comienzan a llegar desde las 6:30am con su banco en la cabeza, se sientan a experar delante de la puerta de nuestra casa a que se abra el portón que les permita pasar al terreno de la escuela.

El ''va y ven'' del primer día, las risas y los comentarios en lengua local de los pequeños y papás que llevan a los de pre-primaria resuenan en la misión... Entre las nuevas pequeñas personalidades que frecuentan la escuela este año, llega nuestra Claudine... la niña huerfanita que vive con su abuela de labio leporino. Es la más chiquita, (92cm y pesa 12 kilos)

pero se hace notar, me saluda muy contenta mientras hace sonar una pequeña caja de medicamento (que seguramente recogió en la basura del mercado) que contiene un minúsculo pedazo de gis y 50 francos para 5 días de atole; me los muestra con orgullo como diciendo “estoy lista para la escuela”, le acaricié la cabeza y le dije: ¡Bienvenida!, mientras pensaba en una mochila repleta de útiles escolares de alguno de los niños de nuestros colegios en México, con un lindo uniforme todo nuevo.

Nuestra Claudine con su vestido sucio y su cajita con un gis desde el primer día cautiva a su maestra por su precisión al colorear y su seguridad en el pizarrón... Días después se dio cuenta de las exigencias de la escuela y ya no quería venir, pero superando la crisis (cuestión de una semana) ahora llega muy limpia con uniforme … que por el tamaño pareciera que se lo hicieron para “toda la primaria” y en educación física disfruta terriblemente de ser el personaje principal de una ronda inventada por su maestra.

Esperemos que para nuestra Claudine su porvenir sea mejor, que pueda seguir superando el sufrimiento de vivir en la horfandad y llegue a ser una mujer fuerte que dé vida a su familia chadiana que aún no logra despertarse de su letargo.

Estas pequeñas personitas que tenemos la oportunidad de ver crecer entre lágrimas y risas, en ambientes poco favorables y contentas por venir a la escuela de la misión son para nosotras fuente de vida, de esperanza y de coraje en la entrega de cada día.

Gracias por darte el tiempo de conocer a Claudine y de participar con nosotros en esta misión a través de la lectura de nuestras experiencias, que el Señor te bendiga.

Hasta la próxima

Maritza

sábado, 4 de diciembre de 2010

Esperando…

Iniciamos Adviento … y las señales de Dios discretas

y bien presentes en nuestro cotidiano.

Esta mañana, mientras repartíamos la taza de atole a los niños de nuestra escuelita de paja… llegó el abuelito de Felicidad (Felicité en francés), se acercó a nosotras (con la habitual tranquilidad chadiana al caminar) levantó la mano izquierda con su bastón para quitarse el sombrero y nos saludó con respeto y cariño. Sentí su mano fría y áspera…pero a la vez su gesto transmitía calidez y ternura. Su nombre es Jean Nangnodji (Juan tierra generosa).

El papá de Felicidad, abandonó a la mamá cuando estaba embarazada y a su muerte en el parto…quedó a cargo de sus abuelitos maternos.

Fue el abuelito quien dio el nombre de Felicité Larhadjim (el dinero que me salva) haciendo referencia a la dote (dinero) que se recibirá cuando la nieta se case. No hay avaricia en este nombre… es más bien el deseo de verla llegar al matrimonio y de ser apoyado por la niña cuando esté lista para ello. Mientras tanto el abuelo (quien quedo viudo el verano pasado) se desvive por su pequeña.

Conocí al señor porque alguien me contó de “un viejito” que en temporada de mangos se pasaba el día con bastón en mano cuidando su árbol de mangos… frutos que vendía en el mercado para comprar algo de comida.

Un día, lo encontré sentado a la puerta de nuestra casa… le di la mano y al quererlo ayudar a ponerse en pie su agilidad me ganó y no sentí nada de peso a levantar. En ngambay me dijo que le dolían los huesos y que ya no resistía el trabajo del campo.

Lo invité a pasar y le compartimos un plato de lentejas con arroz y un diclofenac para su dolor. Estaba agradecido. Venía a completar el pago de la escuela y se alegró cuando supo que a la niña se le había dado un premio por sus calificaciones y que no debía nada. Maritza le invitó a que comprara ropa para la pequeña… sin pensarlo mucho tomé el dinero y me comprometí a buscársela… el viejito sonrió y asintió compartiendo el temor de gastarlo en otra cosa. Lo equivalente a 2 dólares! En el mercado de Moundou le encontramos un vestidito y un pantalón con suéter… todo por menos de 10 dólares.

Volviendo a nuestro encuentro de esta mañana…después de saludarnos, el abuelito se sentó tranquilamente a la sombra de un ronier (palmera saheliana) y se puso a contemplar a los niños… aceptando sin problema la tierra que levantaban con sus juegos.

El mensaje de Dios era claro y la imagen bella. No resistí la tentación de correr por mi cámara fotográfica y capturar el momento para podérselos platicar.

Adviento, creer y esperar… la esperanza de ver a su Felicidad convertida en mujer, … esa esperanza lo sostiene, le da motivos para vivir y para creer.

Creemos porque esperamos

y porque esperamos

seguimos creyendo!

Vivamos este tiempo en la ternura de Dios!

Hasta la próxima! Paula

MISION EN EL CHAD (presentado en la celebraciôn Jubilar de las HPSSC)

AUMENTAR SIN TERMINO EL NUMERO DE LOS AMIGOS DE DIOS

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Evangelizar Africa con los africanos